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Día de la Flor Nacional Argentina

25/11/2025

El 22 de noviembre se celebró en Argentina el Día de la Flor Nacional, el ceibo, y Luján encuentra en esta fecha una oportunidad para vincular su identidad cultural y natural con uno de los símbolos más representativos del país.

El ceibo fue declarado Flor Nacional en 1942 y desde 2008, cada 22 de noviembre se conmemora su día. Con sus flores rojas intensas, este árbol nativo del litoral argentino representa la fuerza, la resistencia y la belleza de la naturaleza local. Junto a la bandera, el himno y el escudo, forma parte de los cuatro símbolos patrios oficialmente consagrados de la Argentina.

Si bien el ceibo es reconocido por crecer a orillas del río, en Luján se pueden encontrar ejemplares en varios puntos de la ciudad: en la Plaza del barrio Santa Marta, en el Parque San Martín, en la Plaza Belgrano, en el Jardín 901, la Escuela Primaria N°24 de Pueblo Nuevo y en la Universidad Nacional de Luján. Además, existe un ejemplar adulto en el Polideportivo y se plantaron seis ejemplares más hace un mes; en la autopista Acceso Oeste en el ingreso a Luján; en un monte en el puente de la Escuela Agraria en Cortínez, y quizás los más significativos, se encuentran en el Parque Independencia, uno por cada lujanense desaparecido durante la última dictadura militar.

Además de florecer entre los meses de octubre y abril, el ceibo está asociado a la leyenda guaraní de Anahí, una joven aborigen cuya resistencia fue inmortalizada al ser transformada en un árbol de flores ardientes. El ceibo se convirtió así en un emblema de fortaleza y esperanza.

En este contexto, la celebración del Día del Ceibo invita a reflexionar sobre la importancia de preservar la flora autóctona y fortalecer la relación de la comunidad con su entorno natural. En ese sentido, el ceibo se convierte en un símbolo patrio de riqueza natural que acompaña la vida cotidiana de los lujanenses.

En tiempos donde el cuidado ambiental es un desafío global, el ceibo se erige como emblema de fortaleza y federalismo. En su forma sencilla y su color ardiente se esconde la poesía de lo autóctono, y la memoria de una ciudad que encuentra en ella un símbolo vivo de resistencia y esperanza.